"Los tontos de la poesía de Rafael Alberti". Un artículo del diario El País

Un estudio resalta la importancia de la relación del escritor gaditano con el cine

EL PAÍS. Santiago Belausteguigoitia. Sevilla. 9 FEB 2007


Hubo un tiempo en el que el cine irrumpió en España como una brisa de aire fresco. La vida cultural se debatía entre obras teatrales grandilocuentes, académicos pomposos y un público que temía todo lo nuevo. Los jóvenes escritores que con el paso de los años darían en formar la Generación del 27 recibieron expectantes un nuevo arte que colmaba sus aspiraciones. En general, todos se empaparon de aquellas películas que llegaban desde Alemania, Estados Unidos, la Unión Soviética o Francia. Y, entre ellos, fue el poeta Rafael Alberti el que más aprovechó aquellas sombras libérrimas que se movían por la pantalla.

De hecho, uno de sus libros, Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos, está centrado en los actores cómicos del cine estadounidense. Rafael Utrera, catedrático de la Universidad de Sevilla con docencia en la Facultad de Comunicación, ha publicado Poética cinematográfica de Rafael Alberti en la Fundación El Monte. El libro, un grueso volumen de 400 páginas repleto de fotografías, detalla todos los aspectos que unieron a Alberti con el cine.

Alberti se identifica con los actores cómicos del cine mudo estadounidense



"Los escritores del 98, al no nacer con el cine, se sienten más distanciados de él, no acaban de entenderlo. Pero para la gente del 27 es la gran novedad. Todos ellos se declaran adictos al cine, lo consideran el gran renovador de las artes, opinan que el teatro debe sumergirse en el cine...", comenta Utrera. El autor de Marinero en tierra fue presentador de alguna película en cineclubes e incluso ofició de actor ocasional, interpretándose a sí mismo, en la película Noticiario del Cine-club (1930), de Ernesto Giménez Caballero.



Fue la revista La Gaceta Literaria la que reunió en sus páginas en 1929 los poemas que conformaron Yo era un tonto... Mientras la monarquía de Alfonso XIII se agrietaba como un mueble viejo, Alberti miraba hacia el cine cómico que llegaba de América. "Yo era un tonto... rompe los moldes en el 27 con un poemario entero. Alberti es el autor que mayor rendimiento poético le ha sacado a un género específico como es el de la comedia americana", afirma el catedrático.


El libro de Alberti es un recorrido mágico por los actores del cine cómico estadounidense. Charles Chaplin, Buster Keaton, Harold Lloyd, Stan Laurel y Oliver Hardy pueblan los poemas. "Yo era un tonto... es un libro fronterizo, de final de una etapa", recuerda Utrera. Alberti estaba a punto de dar el paso hacia la poesía social más combativa. "Alberti era un experto conocedor de Calderón. El título del libro se lo da José Bergamín. Es un título muy elocuente que ha quedado como un título insólito en la poesía española", agrega.

"Alberti se identifica con todos esos cómicos, esos tontos... Los tontos de Alberti suelen estar interpretados por Charles Chaplin, Buster Keaton o Harold Lloyd. Y son esos pobres hombres de los que todo el mundo se ríe. El tonto es el buen hombre, el que nunca va con segundas intenciones, el que se lleva los trompazos y al que golpea la policía por cualquier motivo. Buster Keaton es su preferido", relata Utrera.


Yo era un tonto... llena también sus páginas con otros actores que al público de hoy le resultan prácticamente desconocidos. Es el caso de Larry Semon, Ben Turpin, Louise Fazenda o Harry Langdon. "Entre esos actores que hoy casi nadie recuerda está Charles Bowers, un personaje aparentemente muy sencillo, el pequeño burgués sin aspiraciones que inventa una máquina para que los huevos no se rompan y otras por el estilo. No hay referencias de él en ese momento en España. Posiblemente Alberti vio a este actor en Francia", evoca Utrera.


Al apostar por estos actores cómicos, Alberti se hacía eco de los vientos que soplaban en la Residencia de Estudiantes y que tanto influyeron en el cine de Luis Buñuel, la pintura de Salvador Dalí (Buñuel y Dalí fueron los autores de una película referencia del surrealismo europeo: Un perro andaluz) o la literatura del 27. "Para los escritores jóvenes de esa época, había dos grandes bloques bien diferenciados en el cine. El propio Buñuel los delimita. En un bloque estaban las grandes películas como Metrópolis, de Fritz Lang, o Napoleón, de Abel Gance. Frente a esas películas, Buñuel dice que ellos prefieren la delicadeza y la sencillez de las películas de Charlot, Buster Keaton, Harry Langdon y todos los demás actores cómicos", recalca Utrera.



Yo era un tonto y lo que he visto me ha vuelto dos tontos

Rafael Alberti
(Publicado en La Gaceta Literaria. Madrid, 1929)



Buster Keaton busca por el bosque a su novia, que es una verdadera vaca

1, 2, 3 y 4.
En estas cuatro huellas no caben mis zapatos.
Si en estas cuatro huellas no caben mis zapatos,
¿de quién son estas cuatro huellas?
¿De un tiburón,
de un elefante recién nacido o de un pato?
¿De una pulga o de una codorniz?
(Pi, pi, pi.)
¡Georginaaaaaaaaaa!
¿Dónde estás?
¡Que no te oigo, Georgina!
¿Qué pensarán de mí los bigotes de tu papá?
(Paaa páááááááááá.)
¡Georginaaaaaaaaaa!
¿Estás o no estás?
Abeto, ¿dónde está?
Alisio, ¿dónde está?
Pinsapo, ¿dónde está?
¿Georgina pasó por aquí?
(Pi, pi, pi. pi.)
Ha pasado a la una comiendo yerbas.
Cucú,
el cuervo la iba engañando con una flor de reseda.
Cuacuá,
la lechuza con una rata muerta.
Señores, perdonadme, pero me urge llorar.
(Guá, guá, guá, guá.)
¡Georgina!
Ahora que te faltaba un solo cuerno
para doctorarte en la verdaderamente útil carrera de ciclista
y adquirir una gorra de cartero.
(Cri, cri, cri, cri.)
Hasta los grillos se apiadan de mí
y me acompaña en mi dolor la garrapata.
Compadécete del smokin que te busca y te llora entre los aguaceros
y del sombrero hongo que tiernamente
te presiente de mata en mata.
¡Georginaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
(Maaaaaaa.)
¿Eres una dulce niña o eres una verdadera vaca?
Mi corazón siempre me dijo que eras una verdadera vaca.
Tu papá, que eras una dulce niña.
Mi corazón, que eras una verdadera vaca.
Una dulce niña.
Una verdadera vaca.
Una niña.
Una vaca.
¿Una niña o una vaca?
O ¿una niña y una vaca?
Yo nunca supe nada
Adiós, Georgina.
(¡Púm!)




Wallace Beery, bombero, es destituido de su cargo por no dar con la debida urgencia la voz de alarma

Me parece que estoy pensando que no existe en el mundo nada tan melancólico
como el escasísimo atractivo que ofrece un par de botas
para el monstruo que tiene que tragarse de un golpe el timbre del teléfono.
Se me han carbonizado las orejas.
Y lo que yo digo es que estoy seguro
de que los pequeñísimos botones de mi gorra me llaman moribundos
entre los escombros del piso séptimo.
Debiendo hacer calor,
hace frío.
Es que creo que la manta de mi cama calienta el ascensor.
¡Y toda esta catástrofe por tu culpa, amor mío!
Yo no falto a la autoridad si confieso
que mi uniforme no se halla en el lugar del siniestro.
No, no.
Y lo que yo digo es que y que no.
Mi verdadera vida se halla expuesta
en la mesilla de noche.
Y esto, amor mío, es un peligro que nunca tuvo respuesta.
No, no.
Que lo que yo diría es que sí y que no.
Y esto, amor mío, lo sabéis tú y el agua mejor que yo.
¡Agua, agua, bomberos!
¿Qué van a pensar de mí los periódicos de la mañana?
¿Qué, qué, qué, cómo?
Repítalo.
¡Ah, sí!
¡¡¡Fuego!!!



Larry Semon (ã) explica a Itan Laurel y Oliver Haroy el telegrama que Harry Langdon dirigió a Ben Turpin

Angelito constipado cielo.
Pienso alas moscas horrorizado
y en dolor tiernas orejitas alondras campos.
Cielo constipado angelito.
Nunca supe nada sepelio niños
y sí pura ascensión cuellos pajaritas.
Angelito cielo constipado.
Preguntad por mí a saliva desconsolada suelo
y a triste y solitaria colilla.
También yo he muerto



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