Neopopulismo y surrealismo en Lorca


Federico García Lorca
(1898-1936)

En el ambiente social y político de los años veinte y treinta, marcado por la tensión social y el compromiso político, algunos poetas (Rafael Alberti, Emilio Prados, Federico García Lorca) buscaron una recreación de la lírica tradicional, como un nuevo modo de acercamiento a lo popular, como una de las iniciativas de la vanguardia artística y política.
La revisión de la tradición transita por la lírica medieval (el romance, las cantigas); la tradición árabe (casidas y canciones); el flamenco y otras manifestaciones literarias y musicales y de lo popular.
La modernidad de su punto de vista no impide que autores como Lorca tengan también en cuenta a los clásicos del barroco (Góngora, Lope, Calderón...) como referencia creativa.
  • Lorca reescribe modelos de la tradición popular desde la perspectiva poética y artística de su tiempo, influida por las propuestas vanguardistas, especialmente por el surrealismo.
  • Las imágenes y la simbología tradicional se liberan de la repetición para convertirse en fuente de variaciones personales, irracionales y oníricas, que aportan un tono mágico y sugerente:


Poema de Diván del Tamarit[1] (1934).

Casida[2] de las palomas oscuras

Por las ramas del laurel
van dos palomas oscuras.
La una era el sol,
la otra la luna.
"Vecinitas", les dije,
"¿Dónde está mi sepultura?"
"En mi cola", dijo el sol.
"En mi garganta", dijo la luna.
Y yo que estaba caminando
con la tierra por la cintura
vi dos águilas de nieve
y una muchacha desnuda.
La una era la otra
y la muchacha era ninguna.






  • El surrealismo busca una liberación del pensamiento, tanto en lo estético como en lo moral y lo existencial:

Pequeño vals vienés (Poeta en Nueva York. [1930].

En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.

Este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.

Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.

En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados.
Hay frescas guirnaldas de llanto.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.

Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.

¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals del "Te quiero siempre".

En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orilla tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.

  • Lorca es uno de los escritores españoles más leídos en el extranjero.
  • El "Pequeño vals vienés" fue adaptado musicalmente por Leonard Cohen.
  • Enrique Morente y Lagartija Nick crearon una versión flamenca. Ambas obras han sido después el origen de múltiples versiones.
  • La de Sílvia Pérez Cruz y Raúl Fernandez Miró es una de ellas.




  • La canción acerca al poeta a la expresión popular, al tiempo que el poema incorpora los valores de la lírica tradicional al discurso de la modernidad:

La leyenda del tiempo (Así que pasen cinco años [1933].

El sueño va sobre el tiempo
flotando como un velero.
Nadie puede abrir semillas
en el corazón del sueño.
¡Ay, cómo canta el alba, cómo canta!
¡Qué témpanos de hielo azul levanta!

El tiempo va sobre el sueño
hundido hasta los cabellos.
Ayer y mañana comen
oscuras flores de duelo.
¡Ay, cómo canta la noche, cómo canta!
¡Qué espesura de anémonas levanta!

Sobre la misma columna,
abrazados sueño y tiempo,
cruza el gemido del niño,
la lengua rota del viejo.
¡Ay, cómo canta el alba, cómo canta!
¡Qué espesura de anémonas levanta!

Y si el sueño finge muros
en la llanura del tiempo,
el tiempo le hace creer
que nace en aquel momento.
¡Ay, cómo canta la noche, cómo canta!
¡Qué témpanos de hielo azul levanta!




[1]  Tamarit: m. Árbol de corteza rojiza y madera muy apreciada para la carpintería. "Diván del tamarit": butaca o asiento cómodo.
 [2] Casida: f. Composición poética arábiga y también persa, monorrima, de asuntos variados, y con un número indeterminado de versos.

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